Desde bien antiguo, el hombre y la mujer han decorado su cuerpo con la introducción de varios objetos en las partes visibles del cuerpo o con la inserción de pigmentos bajo la piel. Así, todavía es común ver en algunas tribus africanas como se hacen pequeñas incisiones a la cara, se atraviesan los lóbulos de la oreja con colmillos e ’animales o se agujerean los pezones o el labio para colgarse aros. Estas prácticas sirven para identificar el grupo, y a la vez diferenciarlo de otro, o para distinguir y clasificar a ciertos individuos de la tribu según el rango o la función que realizan dentro de la comunidad. Generalmente, estas decoraciones corporales van asociadas a prácticas rituales dirigidas por el chamán de la tribu.
En las sociedades occidentales, estas prácticas continúan estando presentes y su función social y cultural es en muchos casos bastantes similar a la que observamos en sociedades más primitivas. Así, entre nosotros los tatuajes y los piercings identifican algunos colectivos y son la expresión de un determinado rol social. Pero en los últimos años, la práctica de la decoración corporal se ha extendido, ha salido del ámbito restringido de ciertos grupos y se ha convertido en una moda.
Infecciones
Los piercings y los tatuajes tienen en común que rompen la barrera de protección natural del cuerpo humano, compuesta por la piel y las mucosas. Esto puede comportar la aparición de infecciones en la zona donde se ha realizado el tatuaje o el piercing. Además, en los últimos años se ha extendido la práctica de realizar piercings en zonas que comportan más riesgo, como por ejemplo en los cartílagos de las orejas y la nariz, o bien en los genitales. En este sentido, las tribus africanas son más sabias porque acostumbran a excluir estas zonas del cuerpo para realizar sus decoraciones corporales.
La colocación de un piercing o la realización de un tatuaje puede ser la causa de la aparición de infecciones por virus transmitidos por la sangre, como los de la hepatitis B y C o el del sida (VIH). Estas prácticas también pueden provocar infecciones por bacterias o por hongos.
Hay numerosas evidencias de infecciones por hepatitis B y C provocadas por piercings y tatuajes. De hecho, el tatuaje es el riesgo más a menudo asociado a la infección por hepatitis C, por delante de la transfusión de sangre y del uso de drogas por vía intravenosa. La probabilidad que se produzca una infección por VIH cuando se realiza una perforación o un tatuaje es baja. Aún así, el hecho de tener un piercing en la zona genital puede multiplicar el riesgo de infección por este virus porque puede provocar heridas que faciliten el contagio si se tienen relaciones sexuales con una persona infectada.
Medidas higiénicas
Muchos de estos riesgos se pueden evitar tomando medidas higiénicas. Es importante que sean profesionales con formación específica los que realicen los piercings y los tatuajes y que lo hagan siempre en establecimientos autorizados. Se debe evitar agujerear las zonas de mayor riesgo de infección: los cartílagos, la nariz y el labio. Tampoco se deben hacer piercings en el ombligo las personas que tienen riesgo de tener infecciones por hongos.
Los piercings que provocan más problemas son los que se realizan en el cartílago de la oreja, una zona muy expuesta a agentes externos. En el hospital hemos visto algunos casos de jóvenes que han perdido parte de la oreja a consecuencia de una infección provocada por un piercing.
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Guantes |
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